Está se encerrando um ano atípico e, principalmente para os comerciantes de todo o Uruguai, a situação não tem sido fácil.
Distanciamento ou isolamento social, confinamento voluntário ou diretriz estadual de #quedateencasa, a questão é que esse 2020 ficou marcado na memória de boa parte do mundo e os quileros não são exceção: continuam indo comprar máscara e carregar o que têm pode, como e onde eles podem. Porém, além de todas as dificuldades mencionadas em artigos anteriores e que se referem à saúde, à educação e à repressão que enfrentaram desde o início da história, em nove meses de um novo governo uruguaio seu trabalho foi objeto de propostas legislativas, de várias oficinas políticas, várias propostas foram levantadas, todas discutíveis e todas com algo positivo para as fronteiras, mas a esperança parece centrar-se numa ideia mais abrangente que surge do interior e da planície. Sabendo que não se trata de distâncias geográficas determinadas em quilómetros, nem de quilos de alimentos que passam pela Alfândega, Atilio Amoza e Juan Manuel Rodríguez (Tacuarembó) insistem que é preciso falar de liberdades - é o que o Presidente da República repetido várias vezes em seu discurso de posse em 1º de março - especialmente a liberdade de poder comprar onde for mais conveniente para nós. Sua proposta visa mudar a abordagem repressiva do contrabando. Embora os dois fundamentos para o combate ao contrabando praticado por quileros sejam a proteção da indústria nacional e a suposta sonegação de impostos, hoje tais argumentos são inválidos, uma vez que dentro do Mercosul não existe essa proteção tarifária para produtos de países vizinhos.
En lo impositivo, los quileros pagan impuestos aún sin quererlo, ya que al comprar en Brasil, lo hacen como consumidor final y pagan IVA en el vecino país; entonces no hay tal omisión del pago de tributos, dicha apreciación es incorrecta y perfectamente podría resolverse con políticas espejo en nuestro país, reduciendo o erradicando así ese daño parcial e involuntario, pagando los impuestos en el país de ingreso.
En ese sentido, proponen que se busque un mecanismo para formalizar la actividad, para que el quilero, para que de ese modo, deje de ser jurídicamente un delincuente y pase a ser un pequeño importador, lo cual sumado a la propuesta legislativa que algún integrante del partido de gobierno esgrime, quitando la sanción penal a la actividad de transporte y comercialización de mercaderías del vecino país, reduciría el número de presos por tal delito y concomitantemente evitaríamos que ciudadanos honestos que pretenden trabajar se relacionen con verdaderos delincuentes que luego los captan para el crimen organizado.
Entonces, más allá de las restricciones de ingresos al Uruguay, del rastreo de contagiados, y potenciales portadores del virus, hay otros temas que preocupan a un gran sector de la sociedad, y todas las esperanzas están puestas en estas propuestas complementarias de despenalización, que -junto a la apertura del país para turistas y la flexibilización comercial fronteriza-, conducirían en un futuro a la regulación de la actividad y viceversa.
Ahora, solo depende de la voluntad política del gobierno de turno, una decisión sabia que descomprimiría mucho la delicada situación social de las regiones fronterizas del país y que los quileros, como otros muchos comerciantes, podrían recibir con gran beneplácito en este 2021 que llega, posicionandonos de otro modo frente al comercio de los vecinos paises.
Richar Enry
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